Menorca es un pequeño paraíso. Puede sonar demasiado contundente para empezar, pero esta pequeña isla de las Baleares tiene todo lo que un viajero desea y buscar calas remotas, recorrer senderos con paisajes que se pierden en el horizonte y pasear por antiguos pueblos de pescadores forma parte de la rutina menorquina.

Hoy viajamos a una de las islas más turísticas de España de la mano de Tomàs, el fundador y responsable del blog Viajero Crónico. Además de hablarte sobre todo lo que hay que ver en Menorca, en esta ruta por la isla nos descubrirán rincones fascinantes. Un viaje que empieza miles de años atrás y que llega hasta nuestros días con creaciones de una extraordinaria belleza.

Para descubrir más rincones, alojamientos y restaurantes sobre esta isla única, no te puedes perder nuestra nueva y actualizada Guía Viva de Menorca. ¡Justo a tiempo para las vacaciones de este verano!

  1. Poblados talayóticos: remontándonos a los orígenes de Menorca
  2. Las calas y faros que no te puedes perder
  3. Los pueblos de Menorca y el encanto de lo sencillo

 

Poblados talayóticos: remontándonos a los orígenes de Menorca

Pocos viajeros conocen los monumentos talayóticos de Menorca, unos yacimientos que cuentan la historia de la isla.

Las piedras de estos poblados tienen más de 4.000 años de historia, cuando los habitantes de la isla vivían en este paraíso de una manera muy distinta. Erigieron pequeñas ciudades con dos elementos característicos: la taula, una curiosa construcción con forma de T que parece sostenerse por voluntad divina, y los talayots, pequeñas pirámides de piedra que pudieron ser centros ceremoniales. Estas dos construcciones son las más preciadas de cada yacimiento.

Yacimiento talayótico en Menocar

Uno de los mejores ejemplos es el poblado de Torralba d’en Salort, con una inmensa taula que recibe al viajero y una superficie por la que se dispersan varias construcciones del que fue uno de los poblados más importantes de Menorca.

Hay decenas de yacimientos, como el de Cornia Nou, que posee el mayor talayot de la isla, el de Trepucó y su excelsa taula o la bonita Naveta des Tudons, el más destacado monumento funerario de Menorca.

En una isla en la que todo el mundo conoce sus calas y aguas cristalinas, pasear en solitario por su historia es un placer irrenunciable.

 

Las calas y faros que no te puedes perder

Viajando hasta nuestros días, Menorca es sinónimo de belleza y todavía es capaz de conservar parajes vírgenes y fascinantes. Sus calas y playas se dispersan a través del escarpado territorio dejando ventanas al mar que a veces parecen irreales. Sus colores intensos cautivan al más viajado.

En el norte de la isla, el color rojizo de la tierra junto con el azul intenso del mar son los tonos protagonistas en enclaves como las exuberantes calas del Pilar o cala Pregonda, dos parajes de película.

Cala Pregola en Menorca

Por su parte, el sur ofrece una paleta de colores completamente distinta. Aquí el verde de sus zonas boscosas da paso a un azul turquesa que nos recuerda a parajes lejanos. Cales Coves, las hermanas Macarella y Macarelleta o la cala Mitjana son algunas de las más bonitas, pero te recomiendo caminar en busca de cualquier otra que el mapa pueda mostrar. La sorpresa puede ser mayúscula.

Cala Mitjana de aguas turquesa en la isla de Menorca

Más allá de sus calas, si buscas apreciar la belleza de Menorca con la perspectiva que da la altura, nada mejor que subir hasta lo alto del Monte Toro, el techo de la isla. Un techo pequeño, es cierto, pero sus 358 metros de altura son suficientes para abarcar con nuestros ojos la isla completa. Una imagen que cuando cae el sol resulta especialmente bonita. Desde allí observarás que algunos paisajes se vuelven extremos, con acantilados enormes y faros que dan luz a la escarpada costa menorquina.

Una ruta por los faros menorquines es capaz de mostrar la cara más salvaje de la isla. El faro de Cavallería es uno de los más bonitos y su ubicación sobre los grandes riscos lo convierten en un lugar perfecto en el que se congregan centenares de viajeros cada atardecer.

Atardecer desde el faro de Cavallería en Menorca

Otros como el faro de Artrutx, dejan entrever el perfil de la vecina Mallorca en el horizonte, mientras que el de Punta Nati, asoma entre rocas y un océano que se prolonga hasta donde llega la vista.

Todos y cada uno de ellos son perfectos para sentarse y admirar la belleza de la isla, dejar que caiga el sol y quizá acompañar el momento con una pomada, la popular bebida menorquina.

 

Los pueblos de Menorca y el encanto de lo sencillo

El final de ruta nos lleva hasta sus pueblos y ciudades, donde se aprecia que algunas costumbres no han cambiado y permanecen tranquilos en meses tan frenéticos como los de verano.

Ciutadella posee la elegancia de la que se sabe la ciudad más importante de la isla. Su centro peatonal repleto de calles porticadas, sus restaurantes escondidos en callejuelas estrechas o la encantadora Plaza des Born son motivos suficientes para dedicarle una jornada. También puedes disfrutar aquí de la rica gastronomía isleña en algunos de los restaurantes del puerto, que sirven platos tradicionales como la caldereta, a los que es difícil resistirse.

Preciosa vista de Ciutadella en Menorca

Por otro lado, Mahón tiene un magnífico puerto natural, el segundo más grande del mundo, y una vida en sus calles que nada tienen que envidiar a Ciutadella. Aquí todavía permanece vivo el legado inglés, visible en edificios como el del Ayuntamiento, que conserva el reloj que instaló el mismísimo Richard Kane cuando gobernaba en la isla. Su animado puerto, con restaurantes y bares de todo tipo, es ideal para comer con vistas, mientras que, en el centro histórico, el antiguo mercado de pescado o el Mercat des Claustre son dos de las nuevas joyas gastronómicas de la isla, con una oferta culinaria y de ocio muy atractiva.

Si lo que buscas es tranquilidad, puedes dirigirte a pueblos como Ferreries, Es Mercadal o Alaior, cargados de historia e historias en cada rincón y sin el foco turístico de las dos grandes ciudades de Menorca. Muy distinto es Binibeca Vell, un pequeño pueblo creado como atracción turística en 1972 imitando una antigua aldea de pescadores menorquina.

Hermosa población de Binibeca Vell

Sus callejuelas blancas forman un laberinto de líneas curvas que atraviesan pequeñas casas y coloridas ventanas. Sin la historia de otros, su belleza es indudable y ha enamorado a centenares de viajeros.

Puedes acabar tu viaje a Menorca disfrutando de una de sus grandes curiosidades en Es Castell, pues este pequeño pueblo de tintes británicos es el primer lugar de todo el país en ver salir el sol.

Es Castell al atardecer

Allí empieza el día y acaba nuestro viaje a Menorca, con un madrugón que nos recuerda que estamos en el paraíso. Un paraíso cercano y muy especial.

Si te ha gustado este destino no te lo pienses más y siéntete bienvenido a Baleares.