Todos los viajes tienen su propia banda sonora y, en ocasiones, puede que no te des ni cuenta, pero ningún viaje sería igual sin los sonidos que lo acompañan. Piensa en que aquel café en la plaza no sería la misma sin el bullicio de la gente, ninguna playa se vería igual sin el golpe de las olas contra las rocas o ningún paisaje parecería tan bello sin el canto de los pájaros. Recuerda cada sonido porque muy pronto, #volveremosaviajar, y ningún viaje te parecerá igual cuando escuches cómo atrapa los sonidos el viajero Carlos de Hita, especialista en sonido y autor del exitoso libro Viaje visual y sonoro por los bosques de España, donde ha conseguido atrapar el sonido de los bosques de España.
Hoy, nuestro blog viajero, es un homenaje al sonido en una aventura que va desde Mongolia, cruzando el Himalaya, para acabar en Venecia.
Te recomendamos que leas este texto y, por supuesto, lo escuches acompañado de un magnífico sonograma creado por el propio autor.
¡Sube el volumen y viaja!
Viajar de oídas. Un recorrido sonoro por las rutas de la seda
Texto y sonido: Carlos de Hita
Lo normal es que la memoria de un viaje esté formada por un buen número de imágenes precisas, bien almacenadas y catalogadas, acompañadas por un confuso cúmulo de olores, sabores y sonidos. Retazos imprecisos, medio perdidos entre los recuerdos, que, in situ, fueron consustanciales a la realidad vista, pero que desaparecen al volver a casa, sin dejar más huella que algún ruido que se coló por la cámara de video.
Pero un viaje se puede contar -y recordar- de otra forma. Esto que sigue es una mirada peculiar a una ruta de la seda a través de algunos fragmentos de su banda sonora. La suma da lugar a una secuencia errática que transcurre de este a oeste, con origen en las montañas de Altai, en Mongolia, para cruzar varias veces el Himalaya y sus estribaciones, saltar a la península arábiga y terminar donde todo viaje acaba -o empieza, según-: en las aguas del Gran Canal de Venecia.
Empieza el recorrido con las voces de los pastores nómadas que arrean una caravana de camellos y yaks por las montañas Altai, en Mongolia, envueltas entre las pisadas, los crujidos de los correajes y las protestas de los camellos bactrianos. Sigue la maraña de las cigarras en las selvas de Libo, en Ganzhou, que se confunde con los petardos y las músicas obsesivas en las celebraciones miao. El traqueteo de los molinos de oración funde con la balada del bardo Bempa, en Jiu Tzai Gou, a 3.000 metros de altitud y muy cerca de la frontera de Sichuan con el Tibet. Las banderas de oración propagan los mantras -Om mani padme hum- que sobrevuelan el desfiladero Kali Gandaki y los campos de labor de Mustang, para ser recogidos por los lamas del monasterio de Ghar Gumba, por donde penetró el budismo tibetano en Nepal y la India. Himalaya abajo, en la franja monzónica, los pavos reales rellenan el fondo de la jungla en Jageshwar, en Uttarakhand, el antiguo Kumaon de los tigres y leopardos devoradores de humanos. Y de ahí, siguiendo el curso del Ganges y no necesariamente en orden, los martillazos, como aldabonazos del destino, con que se parten las leñas en Manikarnika, el más sagrado de los crematorios de la ciudad más sagrada; las cantinelas de los mendigos, las campanas de los templos, la ceremonia del fuego, el aarti, en que se refleja en las aguas encendidas del Ganges en Haridwar… Cambio de latitud, cambio de dios. Suena la llamada a la oración del almuédano en la gran y lujosa mezquita de Sheik Zayed, en Abu Dabi, mucho mejor entrenada y adornada que la de la humilde megafonía del oasis de Al Ain. Y las voces de nuevo de otros camelleros, beduinos junto al fuego que intentan, con esfuerzo, arrear a los camellos. El viaje llega a la costa, se mece con los dhows de los pescadores del Golfo Pérsico y finaliza en el Gran Canal de Venecia. Aquí los gritos de los gondoleros callan bajo la llamada de arrebato de todas las campanas del campanil de San Marcos.
Nota del autor. Una buena parte de estos registros han sido hechos durante viajes de rodaje
de diferentes películas documentales con Es Docu y Wanda Films. Muy agradecido.
©foto de cabecera: Katya Tsvetkova/Shutterstock