© foto cabecera: Mykhailo Polenok/123RF

 


© Ioan Florin Cnejevici/123RF.

Desde tiempos inmemoriales a los hombres les ha gustado escribir su nombre, sus iniciales o sus seudónimos y todo tipo de mensajes en espacios públicos con intenciones muy diversas. Los romanos lo hacían sobre los muros y las columnas de sus edificios, legándonos no solo numerosas inscripciones, sino también el término «grafiti», con el que se conoce esta práctica; Pompeya y Herculano, las catacumbas romanas, así como cuevas y cavidades guardan esgrafiados o pintados desde insultos a declaraciones de amor, alegatos políticos, improperios y maledicencias de la soldadesca de la época.


© Eleni Seitanidou/123RF. East Side Gallery (Berlín)                                 

Esta práctica, que hoy denominamos pintadas, durante mucho tiempo ha sido considerada ilegal y una forma de contaminación visual, hasta el punto de ser perseguida por los gobiernos y de que los arquitectos incluso dotaban a sus obras de materiales difícilmente «erosionables» por los grafiteros.


© Suttisak Olari/123RF. Songkhla (Tailandia)

Sin embargo, a partir de la década de 1970, la aparición en Estados Unidos de la cultura hip hop y del aerosol contribuyeron a la popularidad de los grafitis. En España, fue la movida madrileña de los 80 la introductora del tagging en los espacios urbanos con pintadas como las de los populares Muelle, Glub y Blek La Rata.


© marcogovel/123RF. Londres

En nuestros días, la incorporación de nuevas técnicas del diseño gráfico y del ámbito publicitario en los grafitis ha contribuido a su desarrollo estético, lejos de los rudimentarios tags que servían para delimitar territorialmente los dominios de las tribus urbanas. Así, la producción de grafitis, conocida hoy como Street Art, forma parte en nuestros días de proyectos de recuperación urbanística promovidos por las propias administraciones y, sin duda, se ha convertido en un reclamo turístico innegable.


© Enzo Ferrari/123RF. Barcelona (España)

En toda Europa, América, África y Asia son multitud las ciudades que abren sus espacios a esta modalidad de pintura visual, regulada en muchos casos mediante ordenanzas públicas o promovidas mediante festivales o certámenes internacionales que reúnen a artistas destacados de este ámbito, como Banksy, Zephyr, Blu, Vhils, Kenny Scharf, Lady Pink, Os Gemeos y tantos otros.


© markpittimages/123RF. Colombia

Los viajeros de hoy, además de visitar las salas de los museos, pueden aprovechar sus escapadas para contemplar artísticos grafitis en innumerables espacios urbanos: desde la mítica Nueva York  a la no menos mítica East Side Gallery de Berlín, pasando por París , Lyon, Lisboa y Oporto , Rotterdam, el muro de John Lennon en Praga, Bristol, Glasgow, Milán, Marsella, Colonia -la Meca europea del grafiti-, los grafitis de Tintín en Bruselas, Sao Paulo y Río de Janeiro, la “ciudad de los murales” Concepción de Ataco en El Salvador, Ciudad de México, el barrio de Cayo Hueso en La Habana, el barrio latino de San Francisco, Miami, el centro de Melbourne, la psicodelia del Distrito de las Artes de Los Ángeles, Georgetown en la isla malaya de Penang, Chistchurch en Nueva Zelanda, las obras de Banksy en la palestina Belén, Johannesburgo la Nueva York africana-, Dakar...


© Martin Knapovsky/123RF. Cádiz (España)

Dentro de nuestras fronteras, destacan Barcelona, Oviedo, los barrios de Lavapiés o Malasaña en Madrid, Zaragoza, Málaga, Cádiz, Santander, Granada, el barrio de Bilbao la Vieja en Bilbao, el barrio Oeste de Salamanca, pero también encontraréis grafitis en el ámbito rural, pintados con el propósito de combatir fenómenos como el «feísmo» o el despoblamiento: es el caso de Ordes o Carballo en Galicia y Penellas en Tarragona.

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