Texto: Xavier Martínez i Edo

¿Crees que conoces realmente todo lo que España esconde? Más allá de los lugares que todo el mundo conoce, hay otras formas de viajar por nuestro País. No es, ciertamente, muy ortodoxa, pero a lo largo de los 30 itinerarios que se presentan en Rutas por el patrimonio arqueológico industrial de España, de Xavier Martínez I Edo, llegarás a sumergirte en el atractivo y el carácter tremendamente evocador de fábricas, almacenes, minas, infraestructuras viarias… que perdieron su uso y han caído en el olvido y el abandono. Descubrirás que la belleza no se ciñe a ningún corsé.

De momento, descubre 6 rutas que Xavier ha elegido exclusivamente para ti, viajero:

1. Asturias: más allá de la hulla

Naturalmente, para conocer el patrimonio industrial de Asturias es necesario recorrer sus cuencas mineras, los valles del Nalón y del Caudal, donde se concentra el ingente patrimonio relacionado con el pasado minero-industrial de la región y con su historia obrera. Esta es una de las rutas que te proponemos. Pero hay otra opción en Asturias que permite seguir las huellas de su industrialización temprana y que, además, supone disfrutar de unos entornos naturales espectaculares: esas estampas de la cornisa cantábrica con el verde de los prados extendiéndose hasta los acantilados y las ensenadas.

El museo del ferrocarril de Asturias, en Gijón, la fábrica de la sidra El Gaitero, la plaza del Mercado de Abastos en Avilés, el puerto carbonero de San Esteban de Pravia, la mina de hierro junto al mar en Llumeres o incluso una mina submarina en Arnao son algunos de los sorprendentes espacios que une este itinerario.

No es todo: la ruta prosigue hacia el interior y el agua toma protagonismo: se suceden propuestas tan apasionantes como la central eléctrica de Grandas de Salime, los viejos molinos, batanes e ingenios hidráulicos en la comarca de los Oscos o incluso la oportunidad de buscar oro a la antigua usanza en el Museo del Oro de Asturias, en Navelgas.


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2. Los valles navarros

Los valles del Pirineo navarro fueron el escenario de una fugaz industrialización anterior, incluso, a la Revolución Industrial del siglo xix. Molinos, canales, complejos hidráulicos, serrerías… fueron instalándose a lo largo de los ríos. De todo ello quedan hoy numerosos vestigios, emplazados entre parajes bucólicos y, en muchos casos, combatiendo heroicamente contra el inexorable avance de la vegetación. Pocos lugares hay en España para disfrutar de la belleza de la ruina industrial como los hornos de fundición y las instalaciones de las reales fábricas de armas de Eugi y de Orbaizeta, escondidas en lo más profundo de estos valles.

Este atractivo itinerario se inicia en los alrededores de Pamplona para visitar el batán de Villava y el viejo aserradero de Ekai, uno de los espacios productivos abandonados más impactantes de la región, tan solitario y decadente como excitante para el arqueólogo industrial. Luego te proponemos remontar el valle del río Arga y adentrarte ya en los paisajes pirenaicos, para culminar la ruta en un lugar mítico: el bosque de Irati, uno de los bosques más bellos de Europa y en el que, entre su frondosa vegetación, se esconden las misteriosas ruinas de la Real Fábrica de Armas de Orbaizeta.


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3. El canal de Castilla

Esta es una obra titánica. Construido entre 1753 y 1849, el canal de Castilla recorre, con sus 207 kilómetros de longitud, tierras de Palencia, Burgos y Valladolid. Su realización responde al sueño de la Ilustración española para sacar a Castilla de su secular atraso económico y social. Tuvo una funcionalidad más bien efímera, ya que la implantación del ferrocarril a partir de 1860 resultó ser una competencia implacable. Pero el canal sigue ahí, con sus 49 esclusas, dos presas de retención, 70 puentes, acueductos, dársenas, diques, almacenes para las mercancías, almenaras, casas de escluseros… y algunas fábricas, sobretodo harineras, a las que el canal dio vida.

Así, desde la enorme dársena de Alar del Rey hasta las infraestructuras que aún se conservan de la dársena de Valladolid, pasando por Herrera de Pisuerga, Melgar de Fernamental, El Serrón, Medina de Rioseco, Palencia… el viejo canal ofrece la oportunidad de realizar un bellísimo recorrido para explorar todos sus elementos y detalles, a la vez que se disfruta de la riqueza natural que generan sus aguas. Otra manera de recorrer Castilla.


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4. La comarca de Alcoy

La ciudad alicantina de Alcoy es todo un hito en la historia de la industrialización en España. Es una ciudad realmente singular, con una ubicación imposible entre ríos, torrentes y barrancos, una orografía incómoda domesticada a lo largo de la historia mediante la construcción de puentes, tantos que Alcoy es hoy conocido como «la ciudad de los puentes». Y ya desde el siglo xviii las aguas de estos ríos se aprovecharon intensamente para la implantación de actividad industrial, preferentemente del sector textil. Hoy se puede explorar qué queda de todo ello recorriendo sus barrios o partidas industriales, como els Tints, el Tossal o, más alejado del núcleo urbano, el fascinante rincón de el Molinar d’Alcoi.

De todas formas, Alcoy no fue (ni es) un oasis de desarrollo económico en medio de un desierto productivo. Al contrario, las comarcas centrales de la Comunidad Valenciana experimentaron un desarrollo industrial espectacular: la industria textil de Ontinyent, las fábricas de juguetes de Ibi, las célebres muñecas de Onil... Todo ello puede conocerse a través de un evocador recorrido que, además, puede extenderse hacia el valle del río Vinalopó para visitar los molinos de Banyeres de Mariola, la singular colonia agrícola de Santa Eulàlia, el poblado ferroviario de la Encina, el Museo del Calzado de Elda, el molino del Real de Elche, y llegar hasta el impactante paraje de las salinas de Santa Pola.


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5. Minería e industria en Teruel

¿Industria en Teruel? Suele sorprender el hecho de que esta provincia aragonesa, hoy conocida más bien por su déficit demográfico y su exasperante escasez de infraestructuras, tiene un pasado preindustrial e industrial insospechadamente intenso: sus ríos se llenaron de molinos, batanes, herrerías, serrerías y fábricas textiles o de papel, algunas de las cuales incluso dieron pie a la implantación de colonias industriales. Explorar este vasto territorio, hoy tan poco poblado, al hilo de su patrimonio arqueológico industrial te resultará una experiencia fascinante, sobre todo si busca sumergirte en los paisajes y en la historia acompañado de la tranquilidad y el silencio. Aquí no hay, desde luego, aglomeraciones de turistas. Tampoco en los espacios más conocidos: las cuencas mineras. Este itinerario por Teruel comienza en las minas de hierro de Ojos Negros y se dirige, más adelante, hacia el impactante paisaje minero-industrial de la comarca de las Cuencas Mineras. Aquí, los testimonios de la actividad minera ya abandonada, de su industria asociada, de los viejos ferrocarriles mineros o de las centrales térmicas es inacabable. Algunos espacios han sido acertadamente revalorizados para uso turístico, mientras que otros han quedado en el olvido más absoluto y su exploración resulta toda una aventura.


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6. La cuenca minera de Riotinto

Tierras rojizas, rocas de colores ocres cobrizos... No es exagerado el eslogan turístico que define este rincón de Andalucía: Marte en la Tierra. El insólito cromatismo y la atmósfera de aislamiento y soledad son las principales señas de identidad de esta comarca minera. Y, desde luego, el río, el río Tinto cuyas aguas bermellonas, granas, anaranjadas o incluso atornasoladas conforman una estampa única en el mundo. Aquí la tierra es especial. El mineral aflora: hierro, cobre, azufre… e incluso oro y plata. Se ha explotado desde la Edad de Bronce, pero su historia dio un giro radical a partir de 1871, cuando el Estado vendía estas tierras a un consorcio de inversores británicos y un pedazo de Huelva pasaba, de facto, a formar parte de un Imperio británico ávido de recursos. Comienzan entonces 81 años de explotación industrial de los recursos mineros. Y el resultado es el impresionante paisaje que hoy puede contemplarse: las brutales cortas o minas a cielo abierto, las escombreras, las balsas, los malacates, los silos de descarga, los restos de maquinaria de dimensiones colosales, el viejo ferrocarril minero (hoy rehabilitado como recurso turístico) o las construcciones victorianas que dan fe de la presencia británica en la zona. Un paraíso para el aficionado a la arqueología industrial y unos espacios fascinantes para cualquiera.


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