Tan fría como bonita, Praga luce espectacular durante las Navidades: sus calles se iluminan, sus escaparates se decoran y los mercadillos navideños invaden sus plazas. Imagina estar allí, paseando: comida callejera, artesanía y regalos de todo tipo, dulces humeantes, vino caliente, árboles de Navidad y luces.
Por más que vuelvas y revuelvas, la ciudad nunca es la misma. Sus parques, que más bien son bosques, siempre la tienen vestida de temporada. Y cuando has terminado de patear su colección de callejones medievales y de monasterios barrocos, regresas y descubres que también hay una Praga modernista, heroica, subterránea, comunista, posindustrial, de arquitectura de vanguardia... ¿Quieres descubrir las diferentes caras de esta ciudad infinita? Sigue leyendo.
1. Praga verde
Prepárate para descubrir una ciudad verde. Una quinta parte de la ciudad son parques.A decir verdad, no son muchos en número, pero los que hay son colosos que dan formaal paisaje urbano.Dependiendo del mes que se visite, aparece una ciudad distinta.Tan es así que, a pesar de que son muchísimos los monumentos que merecerían ser Patrimonio de la Humanidad, uno de sus destinos más espectaculares no es un lugar, sino un momento: la floración de los cerezos y manzanos de la colina de Petřín, desde donde se consiguen unas vistas fantásticas al casco viejo y al castillo. Aunque a decir verdad es igualmente cautivador es su otoño de mil tonos, su verano de un verde inmaculado y su blanco y nostálgico invierno de ramas peladas. Petřín se lleva la fama, pero los que gusten de hurgar un poco allende de lo más pateado, van a disfrutarán de los atardeceres desde la colina de Vítkov o desde los jardines Regier, y del encanto íntimo de los jardines franciscanos de Santa María de las Nieves o de los inesperados viñedos de Hlavicek.
2. Praga judía
Apenas hay espacio para casi ningún parque en el apelmazado barrio judío de Josefov. Pero no sufras, las estrecheces son precisamente parte de su encanto. En su cementerio de más de medio milenio de historia, hay superpuestas doce capas de enterramientos.El barrio es uno de los pocos que sobrevivieron a la barbarie nazi en la Europa eslava. Durante la Segunda Guerra Mundial, hasta aquí se trasladaban piezas expoliadas de sinagogas y cementerios del resto del país, pues el barrio debía servir como espacio de memoria para una nación que “debía extinguirse”. Esta motivación tan macabra permitió, sin embargo, que se pudieran salvar joyas como la Sinagoga Española o la de Jerusalén, de exótica influencia morisca, u otrasmucho más antiguas que hoy sirven de museos de cultura e historia judía.
3. Praga cainita
Hay una faceta poco visible pero que ha marcado la historia de ciudad y del país, y que merece la pena que tengas en mente: una disputa centenaria entre católicos y reformistas. Y es que, aunque el origen del protestantismo se atribuye a Calvino o a Lutero, lo cierto es que fue un checo, Jan Hus, el que mucho antes que estos prendió la llama de la reforma. En la ciudad hay un buen número de espacios que le recuerdan como símbolo de la nación, para empezar con una dramática y colosal escultura en la plaza de la Ciudad Vieja, instalada cuando Checoslovaquia ganó su independencia ante el impero católico de los Habsburgo. Además son constantes las referencias a las batallas perdidas por los valerosos checos rebeldes que osaron enfrentarse primero al Sacro Imperio Germano y luego al Imperio Austriaco. Pero curiosamente, en este país donde el ateísmo y el agnosticismo tienen mucho peso, la mayoría creyente es católica, y el protestantismo pareciera ser una especie de motivo de orgullo teórico sobre el que, sin embargo, se asume la derrota. Casi cada templo de la ciudad nos cuenta una historia relacionada con el conflicto.
4. Praga modernista
En los folletos y anuncios suelen venderte una ciudad de líneas clásicas heredadas de Viena. Pero hay otra, al menos igualmente fascinante, que trata de romper con las influencias occidentales. Hay ejemplos de un modernismo estándaren lugares como el café del hotel Imperial.Pero seguro que vas a encontrar más sugerente un movimiento exclusivamente local que vira hacia oriente ahondando en las raíces más antiguas de Bohemia y en sus lazos con el resto del mundo eslavo. El legado de Alfons Mucha es la faceta más popular de este movimiento modernista-paneslavista, que se puede encontrar en su museo, en las vidrieras de la catedral de San Vito o en las pinturas murales de la Casa Municipal. Ejemplos de menos renombre pero igualmente singulares son los murales de la iglesia de Santa Ludmila en la plaza de la Paz, de San Pedro y San Pablo en Vyšehrad, o de Cirilo y Metodio en Karlín.
5. Praga monacal
Si disfrutas de los clásicos, aquí tienes un universo en expansión. Mucho antes de las peleas entre católicos y protestantes, Praga fue el foco de propagación del cristianismo hacia el mundo eslavo ylos papas de Roma promocionaban monasterios por doquier. Junto al castillo, el monasterio de Loreto presume de un tesoro de piezas de arte sacro que quita el hipo, y el de Strahov, de las bibliotecas barrocas más cautivadoras de Praga. En la Ciudad Nueva hay algunos ejemplos de corte gótico absolutamente encantadores que, alejados de los circuitos más habituales, son auténticos remansos de tranquilidad; el de Emaús, quizá con el mejor claustro de la ciudad, es un buen punto de partida. Aunque ningún otro como el Clementinum, en plena Ciudad Vieja, donde aterrizaron los jesuitas allá por el siglo XVII para dejar una impronta eterna en este lugar donde conviven algunas de las capillas más fastuosas de la ciudad (que funcionan habitualmente como salas de conciertos de cámara o de órgano) con un observatorio astronómico de geniales vistas al casco viejo.
6. Praga de castillos
Según el libro Guinness de los récords, la fortaleza que defiende la ciudad desde una colina en el margen occidental del río Moldava es la ciudadela antigua más grande del mundo. Una ciudad dentro de la ciudad en la que se puede pasar un día entero visitando templos, palacios, murallas, jardines… Pero ni es la única ni la más antigua. Basta remontar el río un par de kilómetros para llegar al castillo que alumbró la ciudad, el de Vyšehrad, donde además de alcanzar buenas vistas del río y la fortaleza principal, hay un singular cementerio donde descansan los hijos célebres de Chequia y un templo fabuloso donde se dan la mano el gótico y el modernismo. Para respirar puro Medievo en otros castillos, habría que remontar unos kilómetros más el río y subir por su afluente, el retorcido y mágico Beroun. En su ribera se pueden visitar joyas como el castillo de Karlštejn, con la capilla de la Santa Cruz, seguramente la más mimada de todo el país, o el castillo de Křivoklát, donde respirar el gótico más crudo y conocer historias ancestrales que alumbraron la gloria de Praga, esta singular ciudad de cien facetas que ofrece un tesoro para cada cual.
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