Texto: José Alejandro Adamuz

Conforme se sienten los primeros días de calor se activa un mecanismo en nuestro cerebro que nos hace pensar en playas. Tenemos ganas de disfrutar de la vuelta del verano, desempolvar el traje de baño, chanclas y parasol y pasar largas jornadas playeras, leyendo un libro tranquilamente, haciendo la siesta o dejando que las olas nos arrullen en un tranquilo sopor… Esa, al menos, es la imagen ideal. Luego llega el día y te encuentras con una muchedumbre en la arena, sin hueco para la toalla y con algún que otro móvil usado como equipo de alta fidelidad, y adiós a la tranquilidad. Para evitarlo, José Alejandro Adamuz, autor del libro recientemente publicado, Playas de España que no te puedes perder, ha seleccionado estas diez playas sin aglomeraciones. No hay excusa, ¡disfruta de la playa!

Playa de Melide (Isla de Ons, Pontevedra)

Fue refugio y lugar de paso de piratas y ahora es una de las playas gallegas más preciadas. Para llegar hay que hacerlo mediante alguna de las navieras que unen en temporada alta la isla de Ons con Sanxenxo, Portonovo o Bueau. Hay que recorrer los dos kilómetros del sendero que parte desde el puerto para disfrutar de este rincón paradisíaco donde sentirse lejos del mundo y entrar en contacto directo con la naturaleza. Las valiosas dunas de playa Melide acentúan la belleza del entorno y transportan a escenarios de ensueño y aventura.



 

Playa de Area Longa (Galicia)

Si se llega sin aviso, desde la carretera, la playa podría pasar desapercibida. Hay que detenerse en un lateral del Centro de Información del Castro Baroña y seguir por un camino de tierra que desciende para avistar el entorno virgen que ocupa Area Longa. Muchos siglos atrás, los celtas encontraron el lugar ideal por belleza y situación estratégica. Tras desaparecer, quedaron los restos del castro de Baroña que contemplan eternos la ensenada de arena blanca y fina y aguas turquesas. El mar es frío, pero a cambio tiene fama de ser ideal para obtener bronceados perfectos por su alto contenido en yodo.

Playa de Covachos (Santa Cruz de Bezana, Cantabria)

La playa de Covachos, cuyo nombre hace referencia a una serie de pequeñas cuevas existentes en las rocas calizas, es una media luna de apenas 50 metros abierta entre acantilados. A su alrededor, solo prados por los que pasean a voluntad las vacas. También es salvaje el acceso, que casi se convierte en escalada cuando el mar arrastra parte de la arena de la playa. Por ello, suele ser visitada por público joven, senderistas y amantes del naturismo. En todo caso, bañistas deseosos de alejarse del mundanal ruido por un tiempo.


Playa de la Marquesa (Deltebre, Tarragona)

La estrecha franja de arena de la playa es la excepción en un paisaje de arrozales a once kilómetros de Deltebre. De todas las playas que se extienden en el Parque Natural del Delta del Ebro, la Marquesa es una de las más apreciadas por los bañistas que prefieren el retiro en contacto con la naturaleza. Con más de un kilómetro de arena y mar, diríase que la escena tiene algo de postal del fin del mundo. Desde la playa, se puede caminar hasta la Punta del Fangar, una península que se asemeja a un vasto desierto y donde aguarda un faro rodeado de dunas como uno de los paisajes más evocadores de todo el parque natural.


Calas del cap de Creus (Girona)

Pasado el sur del Golfo de Roses, allí donde los griegos fundaron Empuries, aparece en el horizonte la mole rocosa del cabo de Creus, uno de los paisajes más extraordinarios de la Costa Brava. Parece otro mundo. En este entorno erosionado, salpicado de unas pocas oliveras y enebros, aparecen algunas de las calas más solitarias de la Costa Brava. De todas ellas, cala Jugadora es de las que tiene más fácil el acceso desde la carretera. Se disfruta de las aguas de color turquesa y de un fondo submarino excepcional gracias a la acción de los importantísimos prados de posidonia que se encuentran en el entorno.


Playa del Pebret (Peñíscola, Castellón)

Parece imposible que Peñíscola tenga un hueco que pase desapercibido por los miles de turistas que la visitan, pero existe. Para encontrarlo hay que ir hasta el Parque Natural de la Sierra de Irta. Ubicado en el extremo septentrional de la Comunidad Valenciana, permite olvidar cualquier tópico de las playas de Levante. La playa del Pebret y la vecina del Russo, más frecuentada por nudistas, son de las pocas playas salvajes que quedan. En este entorno, destaca la Duna del Pebret, una de las pocas que quedan a salvo del empuje inmobiliario en el litoral de Castellón. Por su importancia ecológica, se declaró Microrreserva de Flora, en 2008.

Playa de Percheles (Mazarrón, Murcia)

Desde el aparcamiento, se accede a la playa de Percheles, que describe una concha de arena de tonos minerales y ocres que recuerda a algunos paisajes desérticos de África. Se encuentra lo suficientemente lejos de grandes núcleos urbanos como para ser un lugar tranquilo donde disfrutar de un día de sol y baños. Antiguamente, la playa era usada para el secado de la pesca, y de ahí el nombre con la que se le conoce hoy en día. Las dunas se regeneran con el esparto como especie autóctona y las palmeras ponen el punto exótico al lugar.


Playa de la Joya (Motril, Granada)

La playa de la Joya, en Torrenueva, a siete kilómetros de Motril, es uno de esos lugares secretos sólo conocido por los aficionados a las playas salvajes que gustan sentir la libertad en contacto con la naturaleza. Aunque para acceder, haya que descender más de 200 peldaños. Lo que cuesta, claro, es la subida. Sin embargo, gracias a esta incomodidad, la playa se mantiene poco transitada. Un bello entorno en el que deleitarse con los acantilados que la protegen, con su arena gruesa y oscura y con un mar cristalino y de un azul esmeralda atractivo. Es una de las favoritas entre los que gustan de la práctica del nudismo.

Cala Pregonda (Es Mercadal, Menorca)

Es complicado encontrar una playa aislada en Menorca que se muestre más o menos desocupada, pero cala Pregonda se acerca a este ideal. Tal vez porque se llega a través del Camí de Cavalls (GR-223) que rodea la isla de Menorca. En concreto, la cala se encuentra ubicada en la etapa seis, considerada como una de las más exigentes, que va de la playa de Binimel.là a Els Alocs. Llegar vale la pena: el entorno es excepcional y fuera de lo común de la isla. Esculpida por los vientos de la tramontana y de origen geológico primitivo, hace pensar que se está pisando un rojo suelo marciano.

Playa el Verodal (Frontera, El Hierro)

Este arenal de rojos salvajes es el más occidental de España. A pesar de su centenar de metros, es la playa más grande de la isla y cuenta con una arena de espectacular tono rojizo diríase que marciano. Su ubicación es una garantía para la tranquilidad. Está a unos 7 kilómetros del Pozo de la Salud, que ya de por sí corresponde a las antípodas del aeropuerto del Hierro. Nada altera el paisaje, tan sólo los restos de unas explotaciones agrarias abandonadas y un merendero de aspecto hippie con techo de cañizo, donde, a falta de arbolado, poder resguardarse para comer o descansar del sol.
 

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