Texto: Elisa Blanco
Imágenes: Shutterstock

Este decálogo aboga por el cuidado del lugar que se visita, es decir por el respeto a los destinos -y a sus habitantes- por encima de todo, y en contraposición al concepto de colonización turística. Aspira a lograr que nuestro impacto sea lo más positivo posible cuando hacemos las maletas y nos trasladamos a otras ciudades y países. La sostenibilidad aplicada a los viajes apuesta por cuidar el medio ambiente; a los animales que viven en el entorno; su patrimonio cultural y apoyar a los productores y negocios locales.

1. Escoge destinos poco masificados, fuera de temporada alta o haz viajes largos

La elección de un destino implica una primera decisión importante porque optar por lugares poco masificados impulsa su economía y descartar enclaves muy turísticos reduce la presión a la que se ven sometidos estos últimos por su popularidad. Evidentemente se puede minimizar el impacto sin privarse de conocer atractivos y masificados lugares. ¿Cómo? Evitando viajar en los meses de más turismo -temporada alta- y optando por otros con menos afluencia -temporada baja- en los que se puede encontrar buenas condiciones climatológicas, museos y monumentos sin colas interminables y precios más económicos. Y no podemos olvidar que lo exprés no es lo más sostenible por el consumo de recursos que implica, es preferible organizar un viaje largo -y conocer el destino en profundidad e impregnarse de su esencia- que optar por escapadas de pocos días.

2. Elige el transporte menos contaminante

Una vez elegido el destino hay que llegar hasta él. Debemos plantearnos las opciones que tenemos para alcanzarlo. A veces, es inevitable coger un avión, por eso no está de más analizar con qué compañía se viaja y cuál es su política medioambiental. El tren es una alternativa más limpia y es un medio de transporte que está muy en la línea de una idea que hará que la escapada sea más placentera y beneficiosa para todos: "slow life", darse tiempo y disfrutar del trayecto y del momento sin prisas ni ansiedad. En el destino se debe primar el uso de transporte público y formas de moverse limpias como la bicicleta o el coche eléctrico. Por supuesto, no hay que olvidar que caminar no contamina y además, es beneficioso para la salud.

Disfrutando de un trayecto en tren

3. Sé responsable con el alojamiento y con las excursiones o rutas guiadas

Lo ideal es informarse sobre la responsabilidad social corporativa de los hoteles, albergues o B&B locales lo que lleva a conocer sus prácticas medioambientales; las condiciones laborales de sus trabajadores y si apoyan proyectos que repercutan en la comunidad. Últimamente se han puesto de moda, especialmente en grandes ciudades, los pisos de alquiler turístico, una práctica que puede romper el concepto de barrio haciendo que cierren pequeños negocios y afectando negativamente a los vecinos de estas zonas. Si contratas excursiones o rutas guiadas, verifica que las empresas y guías tienen licencia y viven en el lugar.

4. Las leyes y normas están para cumplirlas. Infórmate

El desconocimiento no exime de cumplir las leyes y reglamentos nacionales (respeto a los derechos humanos, protección de los niños ante su explotación en el turismo…). No hay que olvidar informarse de cuáles son las precauciones sanitarias para el destino. Las oficinas de turismo son los puntos de información ideales para resolver dudas y si puede ser, mejor salir de casa con ellas resueltas, sus páginas web son recursos bastante útiles. Asimismo se debe tener a mano el contacto de la embajada o consulado correspondiente.

5. Apoya la economía local, lo estacional, de proximidad y artesanal

Siempre es positivo comer en restaurantes locales, comprar en mercados y acudir a los eventos culturales organizados por los lugareños, apoyando lo estacional, próximo y artesanal. Aunque el regateo es una práctica más que habitual en muchos países, siempre se debe evitar la agresividad en el proceso de compra y venta e intentar pagar un precio justo por el trabajo de los demás y considerar dejar propinas, si estas se merecen.

Artesano trabajando en su taller

6. Empápate de las tradiciones y costumbres

Viaja informado. Cuanto más se conocen las costumbres y tradiciones locales, más se entiende el modo de vida del lugar que se visita. Facilita llegar a su esencia y disfrutar respetuosamente de lo que ofrece y de lo que hace que sea único: historia, religión, arquitectura…

En algunos lugares es importante seguir un código de vestimenta porque es una costumbre. Mientras que la privacidad no está de más en ninguna parte del mundo. Se debe preguntar antes de pasar a propiedades privadas o a lugares sagrados si no se ve una indicación que permita la entrada. Eso también se aplica a la hora de tomar fotografías a personas o en ciertos enclaves.

7. Intenta aprender algunas palabras en el idioma local

No se pretende una inmersión lingüística, sobre todo en países con lenguas que no se encuentran entre las de uso mayoritario o son complicadas, pero sí se agradece un esfuerzo por aprender y usar algunas palabras en el idioma local. En este sentido, siempre son útiles las guías de conversación y aunque se permite señalar con el dedo expresiones complicadas, vocablos como “hola”, “por favor” o “gracias” no está de más memorizarlos.

Hola en distintos idiomas

8. Respeta el entorno y a los que viven en él

Se debe respetar las instrucciones en los parajes naturales, sobre todo algo tan básico como utilizar las papeleras y los puntos de reciclaje y las normas básicas de convivencia con el entorno. La máxima es dejarlo igual que se encontró al llegar y si es posible, mejor. Solo se ha de ver la huella de nuestros pasos y una buena impresión.

Las indicaciones y carteles tienen su función, por eso lo más inteligente es seguir los senderos fijados por las autoridades. Es bueno recordar que las tarifas de las entradas a parques y enclaves protegidos sirven para conservarlos. Los animales están en su hogar y el visitante entra en él sin avisar por lo que hay que dejarlos tranquilos sin molestarlos ni tocarlos. Además a la hora de comprar recuerdos y productos locales se tienen que rechazar los que provengan de especies protegidas o amenazadas.

9. Reduce el uso de recursos

La situación global del planeta Tierra implica un uso racional de los recursos energéticos y del agua. Como consecuencia, allá donde estemos esto tiene que ser una máxima: no despilfarrar energía ni agua.

10. Opta por el "slow travel" y no por la colonización turística

El término "slow life" es tendencia, prueba de ello es que lo hemos mencionado en el punto 2. Si nos referimos a viajes, ¿por qué no reducirlo y hacerlo más específico bajo el término "slow travel"? En los nueve puntos anteriores se describe a través de acciones sostenibles, respetuosas y responsables lo que es un "slow travel". Podría decirse que es ese viaje que se disfruta desde su gestación, se saborea, se vive con los sentidos despiertos y se reposa para que su huella quede en nuestros recuerdos. Nada que ver con la colonización turística que es la invasión del destino de forma desmedida y con la óptica de que el turista puede hacer todo lo que le plazca porque paga por unos servicios. Un "slow travel" deriva de una "slow life", una vida en la que la calma y reflexión nos lleva a tomar decisiones más conscientes y ¡qué mejor que aplicarlo para disfrutar de unas vacaciones plenas!

Disfrutando de conocer el entorno paseando en bicicleta

El decálogo acaba aquí, sin embargo la información es poder, así que recomendamos para profundizar más en este importante asunto, leer el Código Ético Mundial para el Turismo, un conjunto principios aprobado por la Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo. Sin embargo hay que saber que, desafortunadamente, al no ser jurídicamente vinculante, su cumplimiento recae en la voluntad de las partes y no en la obligatoriedad.