Emplazada en la orilla derecha del estuario del Tajo, Lisboa ha sabido preservar su belleza a lo largo de los siglos. Cuenta la leyenda que esta ciudad, abierta al océano, enamoró a Ulises, pero también a fenicios, griegos, cartagineses, romanos y árabes. No hubo pueblo ajeno a su belleza ni tampoco a las ventajas comerciales que ofrecía su excepcional emplazamiento. La ciudad alcanzó su apogeo en los siglos XV y XVI, cuando se convirtió en un gran emporio del comercio de todo el mundo conocido, y un gramo de pimienta se pagaba al mismo precio que uno de oro. En nuestros días, Lisboa goza de una espléndida posición entre las ciudades más visitadas del mundo sin renunciar a la firme preservación de su patrimonio material e inmaterial.Visitar Lisboa es beber de una inagotable fuente de inspiración.
Población: 506 654 habitantes.
Superficie: 84,6 km2.
Idioma: portugués.
Moneda: euro.
Documentación
Para los ciudadanos de la Unión Europea: el DNI o el pasaporte en vigor (con una validez de tres meses). Los menores no acompañados, deben llevar una autorización de salida del territorio. Si se viaja en coche, el carné de conducir o el permiso de circulación internacional, y la tarjeta del seguro.
No se necesitan vacunas.
Para recibir asistencia médica en hospitales públicos, los ciudadanos españoles deberán viajar con la tarjeta sanitaria europea.
Las mejores épocas son la primavera y el comienzo del otoño. En verano es imprescindible reservar.
El clima es agradable durante todo el año (excepto en pleno invierno, que es húmedo y ventoso). El verano es caluroso pero los vientos del litoral suavizan las temperaturas.
El huso horario utilizado en Portugal Continental es GTM: una hora menos que en España.
Desplazarse por la ciudad es muy fácil: en autobús, tranvía, metro, ascensor, funicular, taxi, telecabina, o incluso el tren para acercarse a la costa. A cambio, dejad aparcado el coche.
Lisboa es un destino ideal para pasar un estupendo fin de semana ¡y sin gastar demasiado! A su cercanía geográfica (desde Madrid, en avión se tarda poco más de una hora) se une su cercanía 'personal', que hace que los lisboetas reciban al viajero con su mejor sonrisa esperando apenas algunas palabras en portugués para entablar conversación...
El espacio urbano abierto al Tajo que conforma la Praça do Comércio, con el Arco Triunfal y el Cais das Colunas, puerta noble para desembarcar en la ciudad.
Imprescindible la vista que se contempla desde el Elevador de Santa Justa, levantado en 1900 para facilitar el acceso al Convento do Carmo desde la parte baja de la ciudad.
Desde las ruinas a cielo abierto del convento gótico del Carmo, testimonio vivo del terremoto de 1755, os adentaréis en el corazón del Chiado. Imprescindible la visita al museo arqueológico que alberga el convento.
En Bairro Alto, el jardín São Pedro de Alcântara ofrece una bella vista de los tejados de Baixa y el Castelo de São Jorge enfrente.
Esta construcción musulmana del siglo XI ofrece unas espléndidas vistas.
Las calles, escaleras (“calçadas”) y callejones sin salida (“becos”) de este viejo barrio son el preludio para cenar en alguna de sus tascas y acabar la noche mecidos por un fado.
Desde el Miradouro de Santa Luzia se contemplan bellos atardeceres sobre los tejados de Alfama y el agua del Tajo.
Es imprescindible una visita a estos tesoros del arte manuelino, además de saborear los ricos “pasteis” de la Antiga Confeitaria de Belém.
Un recorrido por los museos de la ciudad nos aproximará al inmenso legado artístico de la capital lisboeta. No hay que perderse, entre otros, el Museu Nacional de Arte Antiga, el museu de Arte, el Museu de Arquitectura e Tecnologia, el Museu Nacional do Azulejo, el Museu Coleccão Berardo, la rica colección de arte oriental y occidental del Museo Calouste-Gulbenkian...
A bordo del telecabina, con una visita final al Oceanário, el segundo mayor de Europa.
Un viaje en el tiempo
A bordo del mítico tranvía nº 28 por las inclinadas calles lisboetas, desde Martim Moniz a Campo Ourique, atravesando los populares barrios de Graça, Alfama, Baixa y Estrela.
A la hora del aperitivo…
… probar una “ginjinha”, la bebida genuinamente lisboeta.
Hacer un alto para comer…
… en el Mercado da Ribeira. Buena gastronomía y buenos precios.
Darse un baño de naturaleza
En el oasis de la Estufa Fria, el invernadero frío del parque Eduardo VII, el espacio verde más extenso de Lisboa.
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