Texto y fotos: Sergi Reboredo

Los trenes de vapor del siglo XIX hicieron posible el viaje de placer y aventura en condiciones seguras. Con ellos se inauguró el turismo moderno. Sergi Reboredo, fotógrafo, escritor y viajero, ha realizado más de 20.000 km en tren durante más de dos años para escribir su último libro, Trenes por el mundo y hoy comparte su experiencia en nuestro blog viajero.

Hay trenes para todos los gustos. Esta obra es una lista de deseos con algunos de los viajes en tren más míticos del mundo, unas veces en esplendorosos y espaciosos coches decorados con todo lujo de detalle, y en otras, rodeado de mercancías y animales en destartalados vagones que nadie entiende como hoy en día todavía están operativos.

En estos últimos trenes –nos cuenta Sergi– es donde me lo he pasado mejor, rodeado de personas humildes que son capaces de compartir sus galletas o fruta y obsequiarte con una buena conversación. 

“No ha sido fácil escoger la veintena de recorridos por el mundo en tren. Muchos se han quedado en el tintero y quién sabe si formarán parte de una segunda entrega”, afirma Reboredo.

La ventanilla ha sido mi gran aliada. A través de ella, como si te una televisión se tratase, el paisaje iba apareciendo paulatinamente, con imágenes espectaculares que, en ocasiones ni siquiera tenía tiempo de fotografiar y que permanecerán guardadas únicamente en mi retina, como algo efímero y fugaz. Como, por ejemplo, aquella vez subido al tren de la India en la que unos padres se despedían efusivamente de su hija que se marchaba a estudiar a la ciudad. Cuantos sentimientos y emociones están ligadas a un viaje en tren...

Animación en el andén de la India

En algunos de estos viajes he podido viajar con mi familia, lo cual ha sido muy divertido y gratificante. Se disfruta mucho más. En otras he viajado acompañado de otros periodistas, y en la mayoría lo he hecho solo; bueno, acompañado de mi inseparable cámara. Además de mi equipo convencional, un dron me ha ayudado a tomar algunas fotografías aéreas que han aportado espectacularidad y en algunos casos risas. Como en el tren de la selva de Madagascar, en el que cada vez que sacaba el aparato acababa rodeado de niños que miraban atónitos cómo hacía volar aquella especie de juguete.

Y qué decir de la gastronomía de a bordo de muchos de ellos, exquisita y deliciosa. Tanto, que cada vez que volvía de viaje tenía que ponerme a régimen para perder los 3 kg de más que había ganado.

Vagón restaurante en el Transiberiano

Ha habido días de lluvia, días de sol, días sin prisa ni estrés, días de tren en los que nunca tiene cabida el aburrimiento.

No hay nada más romántico que ver pasar el paisaje sentado en un butacón junto a la ventanilla de un cómodo tren. A diferencia de otros medios de transporte, un viaje en tren es un destino en sí mismo. Son muchas las ocasiones en las que uno no desea llegar nunca a la última parada. En comparación con el avión o la carretera, la experiencia de viajar en ferrocarril ofrece grandes ventajas: no hay esperas, colas o problemas de tráfico, las estaciones se enclavan en el centro de las ciudades, el espacio es más cómodo para el viajero y, mientras se avanzan kilómetros, se puede disfrutar de la vista, conversar, comer algo o hacer incluso nuevas amistades.

En este libro se incluyen 20 viajes en tren por todo el mundo que cumplen ese mismo criterio, ya sea por cubrir una ruta emblemática o por viajar en emblemáticos coches. Algunos son rutas míticas, como el Orient Express y que ahora, un siglo más tarde de su época dorada, vuelve a estar de moda.

Viajaremos en trenes con un pasado tan glorioso como el Transiberiano, atravesando una indómita y vasta región de 10.000 km, o lo que es lo mismo, una tercera parte de la longitud de la tierra. Nos sorprenderán singulares paisajes como la estepa siberiana, la Gran Muralla China o el desierto del Gobi, en Mongolia.

Transiberiano a su paso por el lago Baikal

Con el Transtibetano nos desplazaremos desde Shanghái al lejano Tíbet en la línea férrea más alta del mundo, con tramos a más de 5.000 m de altitud. Sin salir de Asia, veremos el contraste que significa subirse un Tren Bala nipón, o recorrer las plantaciones de té de Sri Lanka a ritmos pausados en el Tren del Té. El Afrosiyob en Uzbekistán nos llevará hasta Samarcanda, una ciudad de ensueño, y en el Maharaja’s Express Train descubriremos la India esplendorosa que vivieron los marajás.

No olvidemos que nuestro país cuenta con dos de los trenes más atractivos del mundo: el Transcantábrico, un tren de ancho métrico que recorre la cornisa cantábrica por la línea férrea utilizada antaño por los trenes que transportaban carbón para la industria siderúrgica, y el Al Andalus, que nos descubre con lujo y glamour los rincones más espectaculares de Andalucía.

Para pompa y ostentación nada como subirse a bordo del Venice Simplon-Orient Express, un tren que Agatha Christie llevó a la fama en su novela Asesinato en el Orient Express (1934). En Europa también hemos incluido otros trenes que asombran por su recorrido como el Glacier Express, que recorre emblemáticos parajes de los Alpes suizos, y el Tren del Círculo Polar, que atraviesa una de las regiones noruegas más remotas, iluminadas en ciertos meses del año por las fosforescentes auroras boreales.

En África pasaremos de la ostentación del Rovos Train o el Royal Livingstone Express, que cruza las célebres cataratas Victoria, a viajar apelotonados en el Tren de la Selva, rudimentario ferrocarril que nos descubre el Madagascar más auténtico.

Rudimentario tren en Madagascar

Al otro lado del océano, en Norteamérica, atravesaremos el país a bordo del California Zephyr, visitando paisajes tan sugerentes como el Cañón del Colorado, las Montañas Rocosas o el Oregon Trail, la ruta de los buscadores de oro. Las Rocosas del lado canadiense las veremos desde la ventanilla del Canadian Pacific. En Sudamérica, con el Belmond Hiram Binghan llegaremos a la ciudad inca de Machu Picchu, anclada entre las nubes andinas, y con el Titicaca PeruRail descubriremos el lago Titicaca, el más alto del mundo y en el que viven los uros en sus islas flotantes construidas sobre una tupida vegetación de totora. Más al sur, en la Patagonia Austral nos espera el Tren del Fin del Mundo, construido por los presidiarios del Penal de Ushuaia. Y ya en Australia, nos subiremos al tren The Ghan para cruzar de norte a sur el país en un recorrido de tres noches, rememorando los tiempos en los que las caravanas de mercaderes procedentes de Afganistán y Persia recorrían en caravanas estas tierras.

Estamos seguros de que, después de leer los destinos que propone Sergi Reboredo, vas a empezar a planificar el siguiente viaje, quizás para este próximo 2020, en uno de estos trenes por el mundo.

¡Buen viaje!

 

Libro Trenes por el Mundo